La segunda jornada de la 10ma Feria del Libro Chaqueño y Regional contó el martes con la participación del director de la Biblioteca Naciona...
La segunda jornada de la 10ma Feria del Libro Chaqueño y Regional contó el martes con la participación del director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quien dio una charla en el Microcine del Guido Miranda sobre Intelectuales y política, ¿el reverdecer de una relación?.
González habló sobre “cómo se daba la relación entre ciertos escritos, los escritores de la revolución, las fuentes librescas en que se basaban y de qué modo se invocaba al pueblo”, y para ello tomó como caso de análisis al “primer escritor de la revolución, que fue Moreno”.
En rigor de verdad, el director de la Biblioteca Nacional tenía previsto incluir en su arenga el análisis de Alberdi, Sarmiento, Lugones y Perón, entre otros, pero dado el apretado tiempo con que contaba, se dedicó exclusivamente a Moreno.
“Moreno era un universitario. Y para ser un universitario del Virreinato había que optar por la escasa cantidad de posibilidades que ofrecía la universidad. Una era Córdoba, la otra era Chuquisaca”, en Bolivia, a la que asistía Moreno.
González estableció un paralelismo entre la actividad periodística actual, con nombres que muchas veces valen más que sus textos, y los de la Revolución. “Moreno escribió textos fundadores de la Argentina, sin firma y sin foto; y hoy es difícil desentrañar su autoría”, diferenció. Y agregó que “no hay nombres claros en la Revolución de Mayo; pero Moreno es un nombre que puede inferirse. Y es el arquetipo de muchos escritores en la Argentina, porque es un escritor de la urgencia política”.
“Moreno escribió célebres piezas de la liturgia republicana argentina, como el Decreto de Supresión de Honores y u texto de dudosa autoría a mi juicio, pero que es un texto impresionante: el Plan de Operación Revolucionarias. Y es probable que haya escrito la orden de fusilamiento de Liniers, que es un documento muy estremecedor sin llegar a ser sanguinario, pero ese momento Moreno era un joven de 30 años”, describió González.
Habló también sobre la publicación a cargo de Moreno de El contrato social, de Jacques Rousseau, “que en aquel momento era un texto que producía mayor convulsión que el Manifiesto Comunista. Y tiene la particularidad del prólogo escrito por Moreno, en donde impulsa la lectura de Rousseau en las escuelas públicas de Buenos Aires; es un gesto mucho más atrevido que lo que han hecho los ministros de Educación en los 200 años de vida nacional. Pero no publica el capítulo en el que Rousseau ataca a la religión, y se justifica diciendo que deliraba en materia religiosa. Es extraña la Argentina entonces”.
LOS LIBROS, LAS ARMAS
El funcionario recordó que “Moreno se publicaba en Inglaterra, se publicaba en España. Circulaba de mano en mano como el Facundo que imaginó Sarmiento: circulando de mano en mano, para el temor de una autoridad que tenía que derrocarse. Entonces, los libros eran concebidos como instrumentos de la batalla y como eficiente en el momento de alterar los poderes, conmoverlos y derrocarlos”.
En ese sentido, habló sobre el “Decreto de supresión de honores, que es un documento que bordea una idea de Gobierno que es francamente impracticable, que pertenece a un utopismo imposible de justificar, y que propone la supresión de algo que todo individuo desea cargar, que es el honor”.
Dando cierre a su arenga, González expresó la importancia de admirar y analizar a las personalidades de la Revolución, y “revisar los documentos y pensar que hoy estamos ante situaciones muy parecidas; la formación intelectual, la educación, los libros que leemos, los valores que creemos que pueden tocarnos defender. La mayoría de nosotros vivimos en los 60 y 70, situaciones muy parecidas a los de estos jóvenes (los de la Revolución) no queriendo hacerlo”.
González habló sobre “cómo se daba la relación entre ciertos escritos, los escritores de la revolución, las fuentes librescas en que se basaban y de qué modo se invocaba al pueblo”, y para ello tomó como caso de análisis al “primer escritor de la revolución, que fue Moreno”.
En rigor de verdad, el director de la Biblioteca Nacional tenía previsto incluir en su arenga el análisis de Alberdi, Sarmiento, Lugones y Perón, entre otros, pero dado el apretado tiempo con que contaba, se dedicó exclusivamente a Moreno.
“Moreno era un universitario. Y para ser un universitario del Virreinato había que optar por la escasa cantidad de posibilidades que ofrecía la universidad. Una era Córdoba, la otra era Chuquisaca”, en Bolivia, a la que asistía Moreno.
González estableció un paralelismo entre la actividad periodística actual, con nombres que muchas veces valen más que sus textos, y los de la Revolución. “Moreno escribió textos fundadores de la Argentina, sin firma y sin foto; y hoy es difícil desentrañar su autoría”, diferenció. Y agregó que “no hay nombres claros en la Revolución de Mayo; pero Moreno es un nombre que puede inferirse. Y es el arquetipo de muchos escritores en la Argentina, porque es un escritor de la urgencia política”.
“Moreno escribió célebres piezas de la liturgia republicana argentina, como el Decreto de Supresión de Honores y u texto de dudosa autoría a mi juicio, pero que es un texto impresionante: el Plan de Operación Revolucionarias. Y es probable que haya escrito la orden de fusilamiento de Liniers, que es un documento muy estremecedor sin llegar a ser sanguinario, pero ese momento Moreno era un joven de 30 años”, describió González.
Habló también sobre la publicación a cargo de Moreno de El contrato social, de Jacques Rousseau, “que en aquel momento era un texto que producía mayor convulsión que el Manifiesto Comunista. Y tiene la particularidad del prólogo escrito por Moreno, en donde impulsa la lectura de Rousseau en las escuelas públicas de Buenos Aires; es un gesto mucho más atrevido que lo que han hecho los ministros de Educación en los 200 años de vida nacional. Pero no publica el capítulo en el que Rousseau ataca a la religión, y se justifica diciendo que deliraba en materia religiosa. Es extraña la Argentina entonces”.
LOS LIBROS, LAS ARMAS
El funcionario recordó que “Moreno se publicaba en Inglaterra, se publicaba en España. Circulaba de mano en mano como el Facundo que imaginó Sarmiento: circulando de mano en mano, para el temor de una autoridad que tenía que derrocarse. Entonces, los libros eran concebidos como instrumentos de la batalla y como eficiente en el momento de alterar los poderes, conmoverlos y derrocarlos”.
En ese sentido, habló sobre el “Decreto de supresión de honores, que es un documento que bordea una idea de Gobierno que es francamente impracticable, que pertenece a un utopismo imposible de justificar, y que propone la supresión de algo que todo individuo desea cargar, que es el honor”.
Dando cierre a su arenga, González expresó la importancia de admirar y analizar a las personalidades de la Revolución, y “revisar los documentos y pensar que hoy estamos ante situaciones muy parecidas; la formación intelectual, la educación, los libros que leemos, los valores que creemos que pueden tocarnos defender. La mayoría de nosotros vivimos en los 60 y 70, situaciones muy parecidas a los de estos jóvenes (los de la Revolución) no queriendo hacerlo”.
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